28 de abril de 2008

Mini comparte: "...olvidarse entonces del otro, equivale a olvidarse de uno".

Aminie o Susana, o como te llames; antes que nada un buen abrazo; espero que te encuentres de lo mejor! Recibir tu correo fue una auténtica alegría, créeme. Antes que nada te debo una explicación por mi tardanza para contestarte: estoy de vacaciones y el correo casi no lo abro. Respecto de la alegría que me produce recibir noticias tuyas, permíteme que te comente algo. Muchas veces, con Angel, Peque y otros conocidos hemos conversado sobre el hecho, entre extraño y curioso, de que ciertas personas, que se han dejado de ver por décadas, de pronto, de la noche a la mañana, se ven reanudando charlas y eventos como si el tiempo no hubiese transcurrido. Esto es particularmente acentuado en los individuos de nuestra generación, que compartieron grandes ideales y participaron en tantos avatares tan significativos. En nuestro caso especial -que despertamos a una edad muy temprana a los intereses sociales y políticos de gran envergadura-, nuestras experiencias tienen un distintivo especial: pertenecimos a una generación motivada por gigantescas ideas y nos movilizamos con todo el corazón, la voluntad e inteligencia para hacer de nuestro mundo algo definitivamente mejor. ¿Cómo podríamos, entonces, olvidarnos unos con otros? A decir verdad, ¿cómo uno podría olvidar al otro amigo o amiga que sentía las cosas del mismo modo, y compartía, de un modo sorprendente, las mismas ideas fuerzas y convicciones que uno? Olvidarse, entonces, del otro equivale a olvidarse de uno; es decir, olvidarse de lo que uno puede considerar su mejores momentos, el de los más lúcidos y desprendidos. ¡Que duda cabe! Respecto de este punto, permíteme que me explaye un poquitín. Hay que tener en cuenta que no todas las generaciones viven experiencias como las que nos tocó vivir a nosotros. En realidad, las cosas son exactamente al revés. A nosotros nos sorprendió una época excepcional, y nos sorprendió en el momento en que despertábamos a la vida como adolescentes, ese período tan especial en que se forjan, a fuego, el carácter y se incorporan las ideas que guiarán la vida. En cierto sentido, esa época -a pesar de las dificultades- no pudo ser mejor escuela para nosotros!Mirando para atrás -y creo que soy muy objetivo-, creo que, debido a todo lo que te describo, nuestra juventud fue definitivamente hermosa y, en buena parte, fértil para los demás. Cuando pienso en esos años y circunstancias, no puedo evitar asombrarme de las profundidad y lucidez, y del que estuvieron investidos nuestros sueños y actos. Fuimos ejemplos, incluso, para nuestros padres, en un sentido absolutamente inédito, pues lo que debe ocurrir -por regla- es lo opuesto. Hoy, aunque podamos tener algunas reservas acerca de ciertas cosas que hicimos, o hicimos mal o no se hicieron, esa época sigue siendo el mundo del cual indefectiblemente nos alimentamos en lo crítico, intelectual y moral. Es la época de la que heredamos una vara excepcional. Esos años produjeron, entre otras cosas, individuos gigantes, por su intelecto y generosidad. ¿Qué de extraño tiene, entonces, mi querida Aminie, que experimentemos un gran alegrón al recibir un correo tuyo o de alguien cercano que conocimos, y aunque de él, o de ella, nos acordemos apenas de su rostro? Nuestros rostros ya son lo de menos; nosotros nos reconocemos, ya, desde lejos, por nuestras sombras, brillantes, inconfundibles, que alguna vez iluminaron calles con su transparencia diáfana y conmovedora! ¡Salud hermana! Un abrazo fuerte y grande! Saludos a tu compañero! No perdamos, ahora, el contacto!. "Deguille"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quien eres por favor eres la hermana del memo
Rosa Gutierrez Silva