2 de mayo de 2008

Era el tiempo de los Berlines… Por Aminie Calderón Tapia.

El año pasado fuimos a Berlín con mi familia.Mi niña de 11 años quiso visitar el Zoológico. A penas supo que la ciudad donde ibamos se llama BERLIN, me preguntó. -¿mamá, es aquí donde inventaron los Berlines? - supongo que sí, por algo se llaman Berlines¿no?.-para no pecar de ignorante porque en realidad no lo sabía-. Después del paseo por el « Zoo », lo primero que hicimos fue buscar los Berlines. Y encontramos de todos los gustos y colores,compramos y comenzamos a degustarlos... Como por arte de magia ya no estaba en Berlín.., las imagenes llegaron e invadieron mi cerebro, templando mi corazón. Ya no estaba ahí , se terminó la bella ciudad de Berlín y me paseaba por la calle o la Avenida Argentina de Valparaíso . El año de mis 14 años. Comenzaba en el Liceo N° 1 de Niñas de Valparaíso. Como siempre me sentaban en los últimos bancos de la sala. Por ser siempre la mas alta. A mi lado derecho se sentaba una niña muy delgadita de cabellos cortos, muy sonriente y juguetona, por lo que sacaba como conclusión que seguramente era menor que mí. Pronto me di cuenta que le encantaban los Berlines.Encontrándome justo un poquito más atrás de ella en la clase, podía visualizar el lugar en donde se guardaban los cuadernos.Pues ahí mismito lograba distinguir, ¡ hum! un rico Berlín. El cual disimulaba bajo su banco y con sus ojos bailarines moviéndolos de derecha a izquierda, en un gesto repentino aprovechando que la profe estaba dando su reverenda espalda. Un mordisco y el otro, el Berlín ya no era más que un espejismo para mis ojos atónitos. Iris, se llamaba la chica. Comenzamos a hablarnos, al principio lo que recuerdo, es que siempre no estabamos de acuerdo .Pero nunca nos enojábamos. Así nos dimos cuenta que a las dos nos gustaban los Berlines . Al mismo tiempo también nos dimos cuenta que teníamos las mismas ideas.Empezábamos a pasar juntas la mayor parte del tiempo. Un día me encontraba en la puerta del edificio donde vivía, en el Cerro Barón. Cuando de imprevisto veo venir a Iris, caminando por la calle Blanco Viel, muy apuradita, primera vez que la veía sin su uniforme escolar.Vestida muy bonita. Cuan grande fue nuestra fascinación.Nos miramos con una gran sonrisa. -¿Vives aquí?-. -Sí.¿Y tú que haces aquí?- -Yo vivo más allá-. indicando hacia el ascensor Los Lecheros-. - Ahora voy a donde mi prima Sara-. Después de este descubrimiento increible, ¡ éramos casi vecinas!.Más juntitas andábamos.Ambas íbamos a pie al liceo y regresábamos juntas al cerro.La mayor parte del tiempo no tomábamos el ascensor subíamos a pata dilatando los momentos en nuestra mutua compañía. Grandioso, no solo éramos de izquierda, compañeras de curso, vecinas, el mismo signo zodiacal,Libra, estábamos de cumpleaños en el mismo mes y lo más increible aún, ¡nos gustaban los Berlines!. La única diferencia que veíamos, era la edad, ella era mas pequeña que yo, un añito, que a esa edad es significativo. Todo parecía unirnos"una para la otra las dos para la dos". Un día durante nuestro recorrido de retorno a casa descubrimos un gran tesoro. En la panadería, que se encontraba a la salida del liceo vendían Berlines y baratos. Llegamos a un acuerdo ; un día compraría ella y el otro yo. O bien si la otra no tuviera dinero la otra se responsabilizaba, no había problema eramos terriblemente solidarias cuando se trataba de los Berlines y siempre estábamos de acuerdo. Así sucedió; salíamos lo más rápido posible, ya no hacíamos el recorrido con las otras compañeras de curso, ¡dos Berlines no eran suficiente ni para dos!, ¿cómo ibamos a darles a las otras..?.Salíamos resueltas, comprábamos los Berlínes y en vez de caminar por la calle Argentina hasta el pasaje Quillota, nos íbamos por detrás!. Esto debe de haber durado una semana porque pronto, una remarcó en la otra una cierta lividez durante la clase de matemáticas..Y un deseo incontenible de "buitrear". Nos nos quedó otra que rendirnos a la triste evidencia. La culpa no era la de las ciencias exactas que nos enfermaban, bueno, un ápice. Los Berlines nos habían caido como patá en la guata. Esa era la pura y santa verdad. Nunca le he preguntado a Iris cuanto tiempo duró su alejamiento de esta gloriosa exquisitez ni cuándo se reconcilió con el Berlín. Cada vez que nos acordamos, de nuestros momentos de pillejerías en ese entonces, cuando viajo a Chile, nos acordamos de los Berlines, nos miramos lo contamos pero solo las dos sabemos nuestro frenesí por los Berlines y que fue el preámbulo para esta remota amistad. Mi amiga Iris siempre ha estado en mi historia. Nuestra obstinada amistad. La suya atravesó puentes de una extrema fragilidad, arribando donde me encontrara. Los tres Alamos no la impidieron acercarse a mí, ni los años de anonimato.Pero eso es caldo de otro cultivo... La voz de mi regalona me acarrea hasta aquí a la ciudad en donde germinaron los mentados Berlines. -¿Mamá en qué estas pensado?- - En los Berlines de Chile- - ¿Comías Berlines allá?-. - Es una historia entre Iris y yo-.a Iris ella la conoce . - Cuéntame mamá. - . “…Era en el tiempo de los Berlines….”