30 de septiembre de 2008

Españoles con rosarios y bacalao seco. Por Pilar Sánchez Latorre

Mi padre nació en Chile por casualidad, algún oscuro secreto trajo a mi abuelo y mi abuela desde el puerto de Santander lo inexplicable es que en los comienzos de 1900 los refugiados huían de Franco, sin embargo mis parientes traían como parte de sus Lares y Penates un cuadro de Franco que solo conocí de oídas. Junto a esto un Cristo crucificado y una imagen de la virgen del Pilar que serían parte del patrimonio de la familia y los acompañaría en las oraciones interminables cada vez que un sacudón ponía al puerto de cabeza, "-vecina, vecina sintió el temblor"- que temblor, el temblor pues, creí que era una carreta, que son los temblores? "- .Así por aproximación se fueron familiarizando con los sacudones. De la tierra de donde venían mis abuelos sus 5 hijas y mi papá el menor, las tormentas arreciaban, los rayos calcinaban a la gente por las calles y mataban el ganado por los campos, los temblores ni de oídas, por tanto aunque los cuadros se cayeran de las paredes de la casa del cerro Bellavista donde se afincaron los Sánchez Ibáñez, ellos debían bajo la supervisión del pater familia ,correr a la ermita domestica a meter rosario hasta que se tranquilizaba la tierra y luego a meter rosario para agradecer el mantenerlos en pie. En fin, la religiosidad de mi abuelo trascendió la migración cuando en la iglesia de los Padres Franceses el personalmente instauró la adoración de las 24 horas, costumbre de las tierras de castilla de donde provenía su familia, esto era de rodillas en permanente oración en ayunas a los pies del cristo crucificado desde las tres de la tarde del viernes santo hasta las 18 horas del sábado, costumbre que permaneció en este recinto más tiempo que el que permaneció mi abuelo en este mundo. Este sacrificio que estaba reservado a los varones de las familias era recompensado el domingo de gloria con un suculento almuerzo compuesto por los frutos del mar del nuevo mundo, y el infaltable bacalao a la vizcaína que llegaba por barco como tesoro preciado de los pariente que en la madre patria mantenían a sangre y fuego la dictadura de Franco. Desaguarlo por dos días cambiando el agua cada 12 horas luego cocinarlo en la cocina de leña, en una marmita que fue lo primero que mi abuela compro una vez puesto pie en tierra, vale la pena destacar que entraron al país en carreta ya que el barco que los trajo no es ni por asomo el mentado Winnipeg, sino un barco corriente que llego hasta Buenos Aires y el resto del trayecto les llevo meses de llanuras y cordilleras a lomo de mula atravesando Argentina. Regresando a la receta, cocinarlo era cuestión de 8 o mas horas de acuerdo al estado de deshidratación del pez en cuestión, cambiando el agua para botar el resto de la sal, como paso siguiente desmenuzarlo con prolijidad, y proceder a armar el guiso con cebolla ajos tomates y muchos, muchos, muchos, pimientos asados a fuego vivo. Los tiempos cambiaron y las familias desde España se distanciaron desaparecieron o murieron la Semana Santa quedo en un fin de semana largo de mariscos de la feria de la avenida argentina el silencio de las radios y el rito de las Estaciones, que nos daban la oportunidad de sacar de quicio a mi mamá que junto a sus dos hermanas solteras y enteras, pretendía que en las 7 iglesias escogidas nos arrodilláramos en interminables rezos de risas, Los padres Jesuitas, Los doce apóstoles, San Juan Bosco, La merced, los Padres Franceses, El Espíritu Santo y La Catedral, mientras mi madre salvaba el alma de la familia mi padre ponía a salvo la ultima tradición familiar que nos quedaba, el Bacalao de los domingos Santos, y compraba casi a precio de oro un enorme bacalao crucificado en sal en el Emporio Echaurren frente a la plaza cerca de la Iglesia la Matriz, las indicaciones y aprontes de mi padre en cuanto a las recetas rescatadas de sus padres nunca agradaron a mi madre, que era poco dada a la cocina , ya que contaba con la presta asistencia de una de sus hermanas que por ser la mayor de 7 hermanos llevaba el estigma del servicio permanente, y la liberaba a ella de esa responsabilidad, sin embargo la sumisión de esposa chilena y marido español era más fuerte y a regañadientes venia el rito del remojo y cocimiento que nosotros como niños sufríamos como sacrificio pascual, algunos años estaba muy salado , en otros muy duro y en otros simplemente lo obviábamos comiendo donde los amigos el clásico caldillo de merluza. Como con los años se despiertan las chocheras y los sabores y olores se llevan en los cromosomas intente una vez preparar para mi hija este platillo ancestral, esperando casi por un año visitar Valparaíso y conseguir el ansiado Bacalao , cual sería mi sorpresa cuando me informaron que el Emporio Echaurren ya no existía y que la única posibilidad de conseguir la materia prima de mis recuerdos era la Bodega Pedro Montt, sin mayores preocupaciones esperé hasta el día previo a mi retorno a la ciudad que me alberga de hace años ,y me dirigí rauda antes de enrumbar al aeropuerto, y cual sería mi sorpresa el negocio estaba cerrado por inventario, esos señores de delantal café y lápiz en la oreja que pululan entre frutas confitadas , especies aromáticas y charqui de caballo, estaban como hormigas contando los productos que se asomaban al 2007 entre los mesones olorosos y los papeles aceitados, era 2 de Enero y alguien en la bodega contaba los bacalaos que yo había prometido cocinar para mi hija en honor a su estirpe Ibérica , en fin pensé para otra vez será y eso vez fue a poco andar, el puerto me llamo y como siempre vine presta, y sin demora me dirigí a la Bodega Pedro Montt , en el entendido que no abordaría avión alguno sin el preciado pescado, cual sería mi sorpresa esta vez, el dependiente calvo que tenía casi los mismos años que el mesón me miro con ternura y haciendo recuerdos me dijo, "-Bacalao , no ya no traemos es muy caro, tenemos merluza salada, es nacional y la gente dice que es igualito al otro"- . Abordé el avión a tiempo con mi tesoro nacional bajo el brazo, prepare el ambiente con los amigos cociné la merluza a la usanza del bacalao, pero nada era igual, me falto el cristo crucificado, la semana santa en contemplación , las estaciones con mis tías, mi Papa y sus pimientos asados a vivo, lo único que rescate fue esta historia que amenizó a los comensales mientras a 2000 kilómetros de Valparaíso yo intentaba denodadamente enseñarle a mi hija que los olores y los sabores son parte de la herencia que una familia debe conservar más allá que si es merluza o bacalao.